27 Febrero a un año del terremoto, una vivencia fuerte e inolvidable.

A pocas horas de cumplirse un año del terrible terremoto grado 8.8 que sufrió la zona centro-sur del país el recordado 27 de Febrero de 2010, a nivel local   aun queda en la retina el fuerte movimiento que vivimos en nuestra comuna que nos despertó abruptamente a las 3:34 de la madrugada de ese terrible día sábado que recién comenzaba.

La primera reacción en los primeros segundos en donde el movimiento aun era menor fue reunir a los integrantes del hogar para buscar todavía medio dormidos el lugar más seguro donde protegerse. Lo primero fue encontrarnos totalmente a oscuras (la luz se había cortado minutos antes), luego tratar de calmar la situación y que nadie entrara en pánico, pensando que el movimiento era un pequeño temblor que luego pasaría casi como anécdota. Pero no fue así porque el interminable sismo estaba lejos de calmarse y comenzó a aumentar su magnitud con una fuerte ondulación y sacudidas que no permitían mantenerse en pie, con un terrible ruido de cosas cayendo y rodando por el suelo y la casa que parecía se iba a caer,  hasta que después de uno o dos minutos (en esos momentos se pierde la dimensión del tiempo),  poco a poco el movimiento fue disminuyendo, aunque la sensación de ir en una embarcación continuó por varios minutos, para quedarnos finalmente todos perplejos y en silencio absoluto como pensando si lo que acababa  de ocurrir era parte de un sueño o la realidad.

En la calle todavía los cables del tendido eléctrico continuaban moviéndose y el pueblo totalmente en silencio, vi a algunos jóvenes correr, seguramente retornando rápidamente a sus casas después de algún carrete de fin de semana pero siempre en silencio, sin gritos ni llantos en una de las noches más oscuras y tétricas que tengo conocimiento.

Después de buscar linternas que nunca están a mano y cualquier implemento para alumbrar, comenzaron las desesperadas e infructuosas llamadas por teléfono a los familiares más cercanos, pero ya no había red disponible estaban todas las compañías caídas y sin servicio, y los modernos y prácticos celulares esa noche y las horas siguientes solo sirvieron para usarlos como pequeñas linternas,  además sin luz, sin televisión, sin Internet, sin red móvil,  totalmente incomunicados que hicieron más interminable esa madrugada en donde nadie durmió.

Al poco rato del gran movimiento siguieron las réplicas y las primeras informaciones obtenidas de una radio onda corta a pilas de emisoras de Argentina informaban de un gran terremoto con epicentro en las cercanías de Concepción y que también se había sentido en el vecino país. A esa hora nadie aun presagiaba lo que faltaba por venir y que causó aun mayor destrucción y muertes en la zona costera, el posterior tsunami que los organismos nunca  supieron detectar a tiempo.

Nuestra comuna resistió de gran forma este terremoto, sin grandes daños estructurales ni vidas que lamentar, igual estuvimos sin servicios básicos y combustible durante todo el día sábado y parte del domingo, luego  con el retorno de la energía eléctrica pudimos constatar por la televisión la dimensión  y destrucción de este gran sismo, con pérdidas de vidas, viviendas  y daño en gran parte de las ciudades especialmente en la región del Bio Bio. Solo en nuestra cercana localidad de Tirua distante a solo 100 km. hacia la costa de Galvarino, los daños que provocó el tsunami fueron cuantiosos, lo que motivó que rápidamente organizaciones locales  y el municipio solidarizaran llevando gran cantidad de alimentos y ayuda, una buena acción que mostró nuestro lado más humano.

Para varias generaciones este fue nuestro primer gran terremoto, siempre nuestros padres nos hablaban del terrible terremoto que vivieron ellos en el año  60, y este lo vivimos en carne propia y en vivo y en directo.

A un año de esta tragedia se continúan percibiendo esporádicamente algunas  réplicas,  las más pequeñas no se toman en cuenta,  pero algunas nos han hecho recordar los primeros segundos de ese 27 de Febrero que nos cambió la forma de ver la vida y nos mostró que nadie ni el más valiente de los mortales está preparado para enfrentar una tragedia de esta magnitud y características.